Mayo 21

Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. Jn. 15: 26.

Muchas veces hemos oído decir que el evangelio proclama que ningún hombre puede ser justo por medio de la ley; que Dios ha enviado a su amado Hijo a derramar su sangre y a morir puesto que los hombres no pueden, por su propio poder y obras, cancelar sus pecados y justificarse de ellos. Pero, aunque oiga esta predicación, en un principio no la creo. Entonces, Dios agrega a su Espíritu Santo, que predica sobre el corazón como para que permanezca allí y viva. Es algo muy cierto el hecho de que Cristo cumplió con todo: quitó el pecado y venció a todos los enemigos de modo tal que en él somos señores sobre todas las cosas. Pero, ese tesoro que consiguió está dentro de un estuche y aún no se distribuyó. El Espíritu Santo debe venir y enseñar a creer a nuestros corazones. Si sentimos que Dios nos ayudó así, y nos ha dado este tesoro, entonces todo está en orden y el corazón humano se regocija en Dios. Cuando el Espíritu Santo ha impreso en nuestros corazones cuán gentil y lleno de gracia hacia nosotros es Dios, entonces podemos creer que Dios no puede estar enojado y el corazón humano se alegra tanto a causa de Dios que logra realizar, y hasta soportar todas las cosas impuestas a él.

De esta forma el Espíritu te trata a ti. Sabes con qué propósito es dado y cuál es su oficio específico: darte este tesoro, Cristo y todo lo que tiene el Espíritu Santo lo pondrá en tu corazón para que sea de tu propiedad. En todo esto debemos ejercitar nuestros sentidos y entendimiento, y que el ser humano que ha recibido al Espíritu Santo todavía no es perfecto, ni insensible a los pecados, ni puro en todos sus aspectos. Nosotros no predicamos que el Espíritu Santo haya completado y terminado su obra sino que, tan sólo la ha  comenzado y la está continuando. En consecuencia, no encontrarás ningún ser humano que viva sin pecado, lleno de justicia y de gozo y que se dedique de lleno a su prójimo. La Escritura nos dice que el oficio del Espíritu Santo es redimirnos de los pecados pero no nos dice que esto ya se ha cumplido. El cristiano, de tanto en tanto, siente sus pecados y el terror a la muerte; pero sabe que tiene a alguien que lo va a ayudar, el Espíritu Santo, que lo consuela y fortalece.

Mayo 20

Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí. Jn. 16:3.

Cristo nos dice aquí qué es lo que mueve a los opositores del evangelio para perseguir de tal manera a los cristianos, que llegan incluso hasta la expulsión y el asesinato: no conocen a Cristo. Y que no lo conocen es, sin duda, verdad, ya que sus propias obras lo demuestran. Son ciegos y no conocen ni a Dios ni a Cristo. Se oponen a Dios y a su Hijo con sus obras, desechando, bajo la apariencia de un servicio a Dios, a los verdaderos servidores del Señor. Pero Cristo fortalece y consuela a su propio pueblo para que no tema al juicio del mundo y no se deje intimidar en su predicación y confesión sino que diga a sus adversarios: ‛‛Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres». Aquí también Cristo nos muestra la diferencia entre la verdadera y la falsa Iglesia. La Iglesia no debe ser juzgada por la apariencia y el nombre externos. La razón humana no puede calificar a la verdadera Iglesia; tenemos que estar siempre conscientes de cuál es la verdadera, cuál es la que da el testimonio de Cristo y cuál no. Pero, ¿qué significa conocer a Cristo y al Padre? Muchos dicen que conocen al Padre tal como los judíos dijeron que conocían al verdadero Mesías, y no era así. Un conocimiento intelectual de Dios no es suficiente. Aquél que desea conocerlo verdaderamente, debe conocerlo en su Palabra y en sus promesas, aquéllas que hacen las Escrituras acerca de que Cristo es el verdadero Hijo de Dios, enviado del Padre como un verdadero sacrificio de expiación por los pecados del mundo; que apaciguará la ira de Dios y nos reconciliará, redimiéndonos de los pecados y de la muerte, y asegurándonos la justicia y la vida eterna. Siempre y cuando tengamos el conocimiento de Cristo, debemos dejar de jactarnos y apoyarnos en nuestra propia justicia y en nuestras obras. Si sólo Cristo ha de llevar mis pecados, no puedo, al mismo tiempo, esperar y confiar en mis obras y mi pretendida justicia. Esta enseñanza apunta hacia el verdadero Cristo y al real conocimiento de él. Quien conoce a Cristo de esta manera, también conoce al Padre. Este conocimiento es el artículo de fe por el cual llegamos a ser Cristianos, y es el fundamento de nuestra salvación.

Mayo 19

De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. Jn. 16: 20.

Esto se dice a todos los cristianos, porque cada cristiano ha de tener tentaciones, problemas, ansiedades, adversidades, penurias

y mucho más. Por eso Cristo no menciona aquí ninguna pena o problema particulares sino que, simplemente, Ilorarán, se lamentarán y se entristecerán, pues el cristiano sufre muchas persecuciones. Algunos pierden sus bienes, otros sufren la ignominia y la burla, algunos son castigados, otros quemados, algunos perecen de esta forma y otros, de otra. Es el cristiano el que  constantemente sufre infortunio y adversidades. Esta es la vara con la cual son castigados. Este es el color por el cual se reconoce a un cristiano y, si quiere serlo, no debe avergonzarse de estas penurias.

Nadie necesita imponerse una cruz propia, como han hecho algunos tontos y todavía lo hacen. Ellos hasta se imponen la prisión y la muerte diciendo: Cristo fue voluntariamente a la muerte, y quiero seguir su ejemplo, tal como él nos ordenó. Tales personas no entienden las cosas divinas pues creen que entrarán en la muerte con Cristo, al cual jamás han conocido. El viejo Adán teme ser crucificado; el nuevo hombre, en cambio, persevera a través de la gracia. Las personas piadosas no tienen la vista puesta en sus propios sufrimientos sino que esperan la voluntad de Dios para traer los buenos frutos, como un árbol plantado en lugar fresco y con agua. Esto agrada a Dios, puesto que todo orgullo es condenado. Todo aquél que combate con heroísmo, recibirá gozo por sus sufrimientos, la vida eterna por la temporal.

Pero, ¿por qué Dios permite que sus hijos sean perseguidos y castigados? A fin de subyugar la libre voluntad para que no busque su camino en las obras. Todo sirve al propósito de acostumbrarnos a edificar sólo sobre Cristo, y a no depender de una criatura en los cielos o en la tierra. Por esto, debemos sufrir mucho. No sólo vergüenza y persecución, sino que el mundo se alegre da nuestros infortunios. Pero tenemos el consuelo de que su gozo no perdurará y que nuestra pena se transformará en alegría eterna.

Mayo 18

Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, reclbid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Stg. 1 : 21.

Por inmundicia Santiago quiere decir la vida impura del mundo: indulgencia, voluptuosidad y licencias de todo tipo. Estas cosas, dice, deben estar lejos de los cristianos que gozan de tan grandes y gloriosas bendiciones. Realmente, puedes reconocer y apreciar estas bendiciones. Entonces, también dejarás todos los placeres mundanos y los reconocerás como peligrosos para tu alma. Tienes la Palabra, dice Santiago, una Palabra que es tuya no por tu esfuerzo sino que Dios te la ha dado e implantado en ti por gracia. Tiene camino libre, es predicada, leída y cantada entre ustedes. También es muy importante recibirla, hacer buen uso de ella, tratar de llevar, en base a ella, la vida que nos ha ordenado. Misericordia y paciencia son necesarias para capacitarnos y triunfar sobre el diablo y el mundo. Sin ellas, no somos capaces de mantenernos firmes en la Palabra, en nuestra lucha contra estas fuerzas del mal. Debemos pelear contra el pecado pues si fácilmente nos enfriamos ante el diablo y sus seguidores, nada conseguiremos sino sólo perder nuestro tesoro, la amada palabra de Dios. Por eso, afírmate en la Palabra implantada en ti de que eres capaz de retenerla y de producir los frutos que ella enseña. Tienes la Palabra, que es capaz de salvarte si te aferras a ella. ¿Por qué entonces necesitas hacerle caso al mundo? ¿Qué te puede dar el mundo que no te pueda dar la palabra de Dios? La Palabra es implantada en ti de manera que te dé la certeza del consuelo y la segura esperanza de la salvación. Ten mucho cuidado y no permitas que te sea quitada por los deseos y la inmundicia de este mundo. Ten especial cuidado de aceptarlo sólo en su pureza, y de mantenerte firme, con paciencia, en la Palabra tan llena de gracia y de riqueza dada a ti por Dios, sin mérito alguno de tu parte. Todos aquéllos que quieren alcanzar la vida en el cielo sin la Palabra, nada lograrán.

 

Mayo 17

Y dijo Jehová: No contenderá mi Espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años. Gen. 6: 3.

Estas son las palabras de un padre que le quita la herencia a un hijo, porque Dios sólo le concede 120 años de oportunidad para
el arrepentimiento. Dice: ‛‛no contenderá mi Espíritu contra el hombre para siempre». Significa que de aquí en adelante, no dará su Palabra a los hombres, ya que toda enseñanza es en vano. Esta palabra pertenece propiamente al oficio del ministerio, porque cada predicador O siervo de la Palabra es un hombre en contienda y juicio, y es constreñido, por su oficio, a reprochar y enjuiciar todo lo que es vicio, sin considerar la persona u oficio de su oyente. Cuando Jeremías hace esto, con celo, no sólo es odiado sino asediado.

Por esta razón, Elías es llamado por Acab, aquel impío rey de Israel, el perturbador de lsrael- Noé, a quien Pedro llama predicador de justicia, y sus antepasados, llevan predicando cerca de mil años y, sin embargo, el mundo continúa degenerándose más y más. Entonces anunciaron la decisión de Dios al mundo ingrato: Porque contender mi Espíritu con el hombre para siempre, y permitirá que mis heraldos hablen en vano. Cuanto, más mensajero envió, tanto más tendré que soportar mi propia desilusión, pues se vuelven peores. Es por eso que la predicación necesita cesar, y comenzar la retribución. No permitiré que mi Espíritu, esto es, mi Palabra, dé testimonio para siempre. Estoy constreñido a castigar sus pecados; el hombre es carne y se opone a mí. Continúa en su estado carnal, se burla de la Palabra, persigue y castiga mi Espíritu en los patriarcas, y hace oídos sordos a la historia acerca de la gracia de Dios. Esta proclamación contiene una queja pública hecha por el Espíritu a través de los patriarcas pero la carne no ha querido oír. Desecharon la exhortación por su presunción y seguridad carnal. Dios les mostró que está inconforme con la perversidad humana. Sin embargo, como un padre no quiere perder a su hijo, a la vez que por su maldad se siente compelido a la severidad. Por eso Dios dijo: No me gusta destruir la raza humana, les daré 120 años para que tengan tiempo de conocerse a sí mismos y, en su transcurso, ejercitaré misericordia.

Mayo 16

Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. 1 Jn. 5: 6.

Juan emplea la palabra testimonio en Conexión con la idea del predicar, y es una palabra que usa con frecuencia. En el comienzo de su evangelio, donde habla de Juan el Bautista, dice: ‛‛El vino para dar testimonio, para dar testimonio de la luz». De esta manera, por el uso de las palabras testimonio o dar testimonio, debemos entender simplemente la predicación pública de la palabra de Dios. Cristo dice que el Espíritu Santo dará testimonio de él, esto es, públicamente llenará el oficio ministerial. Es decir, es testimonio propio de Dios acerca de su Hijo.

Cristo mismo ordena este testimonio, que deberá proseguir en la Iglesia. Con este fin, llamó y dio el Espíritu Santo a los apósles y a sus sucesores, ministros, predicadores y maestros. Por causa de las masas no instruidas y por el continuo surgir de jóvenes en la ignorancia, necesitan de la amonestación de la Palabra. El Espíritu debe dar testimonio público o administrar el oficio de la predicación, para que también ellos aprendan a conocer la gracia de Dios, manifestada y dada, a través de Cristo, para que las maravillosas obras de Dios se reconozcan y acepten públicamente, en contra del diablo y del mundo.

En todo lugar en que se dé este testimonio, seguramente habrá algún fruto, ya que el testimonio jamás quedará vacío. A alguien alcanzará, alguien aceptará y creerá en el evangelio y producirá en nosotros aquello a lo que se refiere Juan cuando dice que somos hijos de Dios y tenemos la victoria y la vida eterna. La Palabra y la fe están vitalmente relacionadas, son inseparables. Sin la predicación será estéril. La fe tiene su origen sólo en la palabra, por eso ―con gozo― debemos usar y oír la Palabra. Donde ésta está, allí también está el Espíritu Santo, y donde está el Espíritu, allí también habrá creyentes. Si ya has oído la Palabra y obtenido la fe, ella continuará fortaleciéndote siempre que la escuches. Porque el Espíritu, como dice Cristo, sopla donde quiere y toca los corazones cuando y donde será recibido.

Mayo 15

De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Jn. 16: 23.

Cristo dice que hay cinco requisitos para que una oración sea verdadera. El primero es la promesa de Dios, que es el principal y el fundamento y el poder de toda oración. Promete que, con toda seguridad, seremos oídos en nuestras oraciones, y hasta censura a los discípulos por ser perezosos y no haber orado. Verdaderamente, es una gran vergüenza para nosotros, los Cristianos, que Dios tenga que reprocharnos por nuestra pereza en la oración.

El segundo requisito de la verdadera oración es la fe. Debemos creer que la promesa es verdadera y no debemos dudar de que Dios dará lo que promete. Las palabras requieren fe, y una firme e inmutable confianza de que la promesa de Dios es verdad. El Espíritu Santo debe darnos tal fe y seguridad, ya que sin sin él no se puede ofrecer ninguna oración.

El tercer requisito es que, al orar, debe pedirse por algo concreto, como ser, por fe fuerte, por amor, por paz, por el bienestar del prójimo. Se deben enumerar las peticiones, tal como lo hacemos en el Padrenuestro. El cuarto es que, realmente, debemos desear una respuesta a lo que pedimos.

El quinto es que debemos pedir en nombre de Cristo. Esto no es otra cosa que llegar ante Dios en la fe en Cristo, y reconfortarnos con la segura confianza de que él es nuestro mediador, a través del cual todas las cosas nos son dadas y, sin el cual, no merecemos sino la ira y la desgracia. Si confiamos en él, de que seremos recibidos y escuchados por su causa y no por nuestros méritos, estamos orando correctamente en el nombre de Cristo.

Estos requisitos deben cumplirse en nuestro corazón, sin necesidad de pronunciar palabra alguna. Pero la oración vocal es necesaria para inflamar y alentar la oración interior en el corazón. No debemos especificar a Dios el tiempo, lugar, persona y medida, sino que debemos dejarlo a su libre voluntad y sólo aferrarnos al pedir.

Mayo 14

Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios. Jn. 16: 2.

Cristo dijo claramente lo que le sucedería a sus discípulos como resultado de su predicación. Menciona dos causas que se opondrán al evangelio: una, que el predicador será expulsado y lo matarán; la otra, que los perseguidores tomarán esto como un servicio a Dios. Dijo que el Espíritu Santo testificará de él, y que ellos darán testimonio; les asegura que su testimonio no será afectado por esta persecución del mundo. Les da esta seguridad de antemano, con el propósito de que ellos sepan y estén preparados contra estos abusos.

Es extraño e increíble oír que no sólo el mundo se opondrá, con su amargura y venganza, a Cristo, el Hijo de Dios y su Salvador, sino que también los apóstoles recibirán ofensas por tal juicio del mundo. ¿Quién podría concebir que Cristo y su evangelio serían recibidos de esta manera entre su pueblo, el cual había sido prometido por Dios, y de quien no han de esperar sino lo que es bueno, lo que también han recibido de él? Pero aquí se nos dice que el evangelio es una enseñanza que, de acuerdo al juicio humano, no da sino ofensa, algo que no merece ser ni escuchado ni tolerado.

El reino de Cristo en la tierra vendrá de tal modo que no aparentará ser un reino terrenal, a la manera humana. Pero el mundo lo rechazará. No será llamado el reino de Cristo o de Dios sino que se verá como la destrucción y subversión de todo buen gobierno, tanto espiritual como temporal. Realmente, es inconcebible que el Hijo de Dios sea recibido de esta manera por aquéllos que dicen ser el pueblo de Dios. Cristo no habla aquí de hombres maliciosos y opuestos a él sino que aquéllos que son realmente eminencias, los sabios, los más santos y hasta de los servidores de Dios. ¿Quién podría pensar que Dios introduciría el reino de Cristo en la tierra de esta manera, estableciendo su Palabra en todas partes y reuniendo a su Iglesia?

Mayo 13

Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera no les hará daño. Mc. 16:17,18.

¿Cómo debemos proceder en este pasaje para mantener y preservar la verdad? El Señor dice que todas estas señales los acompañarán. Sabemos que los apóstoles no presentaron todas estas señales, y si el pasaje tuviera que afirmarse literalmente, se convertirían muy pocos, y muy pocos santos llegarían al cielo. Porque estos signos, uno y todos, no los acompañaron, aun cuando hayan tenido el poder de obrar señales y algunos de ellos lo hayan exhibido. Por eso, estas palabras no se refieren a la Iglesia como un todo sino a personas. Si hay un cristiano que tiene fe, ha de tener poder para realizar estos milagros. Cristo dice: ‛‛Aquél que cree en mí, las obras que yo hago, él también las hará». El Señor también ha dado poder a los cristianos contra los espíritus inmundos. Hubo una vez un patriarca que, en el desierto, cazó una serpiente, la tomó en sus manos y la partió al medio, mostrando así qué bueno es tener una conciencia clara y libre. De esta manera, donde hay un cristiano todavía está el poder de obrar estas señales, si fuere necesario.

Pero nadie debe tratar de ejercitar este poder si no fuese necesario. Los apóstoles tampoco. Ellos hicieron uso de estas pruebas para comprobar la palabra de Dios con los milagros. Ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la Palabra con las señales que la seguían. Desde que el evangelio ha sido predicado por todo el mundo y es conocido por todos, ya no hay necesidad de obrar milagros, como en la época de los apóstoles. Por eso, nadie necesita intentar realizar milagros. Esta es una tarea peligrosa. En realidad, el diablo se deja expulsar pero no para siempre; solamente lo permite para fortalecer a los que obran milagros en esta vía errónea. Como cristiano, no confío en él. Dondequiera que un cristiano muere en Cristo, muere con el corazón alegre. Satanás ha sido, verdaderamente, echado fuera y perdido su poder y reino.

Mayo 12

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. Mc. 16: 15.

Aquél que predica el evangelio debe dejar de lado todas las obras por medio de las cuales se propone Conseguir la justicia y, en su lugar, debe permanecer sólo la fe. Debo creer que Dios, sin ningún mérito mío y aparte de todas las obras, me ha deparado gracia y vida eterna. Por eso, debemos predicar de manera que la gloria y la alabanza sean dadas a Dios y no a nosotros. Ahora no hay gloria ni alabanza mayor que brindar a Dios nuestra compasión de que por pura gracia y misericordia quita nuestros pecados, la muerte y el infierno, y que nos da a su amado Hijo y todas sus bendiciones con él.

La fe no obliga a nadie a aceptar el evangelio sino que da libertad y es una cuestión personal el aceptarlo o no. De esta forma, ves cómo se yerra y se es injusto con el pueblo cuando se quiere guiarlos a la fe por la fuerza. El Señor mandó a los discípulos a que sólo predicaran el evangelio, y esto es lo que hicieron. Predicaron el evangelio y dejaron que fuera aceptado libremente. Ellos no dijeron: cree o te mataremos.

Las palabras Id por todo e/ mundo suscitan una pregunta: ¿Cómo debemos entenderlas, ya que los apóstoles, ciertamente, no visitaron todo el mundo? Su predicación fue a todo el mundo, aun cuando no abarcó todo el mundo. Pero, este ir al mundo comenzó, pero no fue completado por ellos, ya que el evangelio será predicado más y más, hasta el día del juicio final. Cuando esta predicación alcance a todas las partes del mundo, se escuche en todos los rincones, entonces se habrá completado el mensaje y cumplido su misión y, según las promesas, será el último día.

Este predicar del mensaje se puede comparar con una piedra arrojada al agua, que produce ondas en círculos que se van expandiendo del centro hacia afuera, más y más, siguiendo una a la otra hasta llegar a cubrir todo el espejo del agua. La predicación se inició en el centro, con los apóstoles, y avanza constantemente; los predicadores la empujan hacia adelante más y más, la llevan cada vez más lejos dentro del mundo, se la escuche en los cuatro puntos cardinales, aun cuando se la detenga en medio de su curso y se la condene por herejía.