Mayo 29

Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar. 1 P. 5: 8.

Desde que hemos sido invitados a combatir a este espíritu poderoso, que está más interesado en adquirir tu alma que un lobo a una oveja, es esencial que tengamos una idea clara de cómo resistirlo. La resistencia es efectiva solamente por la fe y la oración. Pero, la sobriedad y la vigilancia son necesarias para permitirnos orar. Con borracheras y licencias, la razón es destronada e incapaz de pensar con claridad, o realizar una buena obra. Así se borra la habilidad para orar e implorar a Dios, y el diablo los vence y devora a su gusto. Tengamos presente la diligencia en orar que caracterizó a los cristianos de la Iglesia primitiva, aun cuando tuvieron que soportar grandes persecuciones. Estaban más que dispuestos para reunirse diariamente a orar, no sólo de mañana y de tarde sino que también a otras horas del día; con frecuencia, velaban y oraban noches enteras. Su hábito de la devoción matutina, vespertina y en todo momento, es recomendable. Al terminar estas prácticas en la congregación, les sucedieron las órdenes monásticas, que pretendieron hacer las oraciones por otros. Todavía retenemos, de las costumbres antiguas, la observancia de la oración matutina y vespertina para los niños, en las escuelas, pero la misma debería observarse en cada familia cristiana. Cada padre tiene la obligación de enseñar a sus hijos la oración, por lo menos al comenzar y al terminar el día, encomendando a Dios cada exigencia de la vida terrena, y que la ira de Dios sea apartada y el castigo pasado por alto. Bajo tales condiciones debemos ser instruidos, y no necesitamos estar sujetos a opresiones intolerables y prohibiciones, como comer, beber, vestir, etc. Pero, debemos ser moderados en estas cosas, y no perder la vergüenza y las buenas costumbres. La borrachera es una vergüenza y un pecado para cualquiera, aunque no existieran ni Dios ni los mandamientos; por lo tanto, menos aún puede ser tolerada entre los cristianos. Nuestra característica debería ser una nobleza tal como para no dar oportunidad de ofensa sobre nuestra conducta, para que el nombre de Dios no sea difamado sino glorificado.

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