Mayo 26

No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. Jn. 14: 1.

Me doy cuenta, dice Jesús, que mi partida (de la que habla en el capítulo anterior) les pone tristes y causa ansiedad. Pero no hay motivo para temer, yo vendré otra vez. Antes de ese tiempo, sin embargo, verán que me sucederán muchas cosas por las cuales se turbarán. Me crucificarán y darán un trato miserable. Pero no se turben por ello, pronto habrá un cambio para bien. Esta es la voluntad del Padre.

Aquí tú puedes ver con cuánto afecto y amabilidad trata el Señor a sus amados discípulos. No los deja sin consuelo, aun cuando será separado de ellos esa misma noche y los dejará en gran peligro, temor y miedo. El primer infortunio experimentado en la tribulación es que no sólo afecta al cuerpo sino que también el corazón se alarma. Puesto que es imposible cambiar la carne y la sangre, el Señor se preocupa especialmente para que, en sus discípulos, el corazón sea libre y confiado. Aquél que en tiempos de problemas tiene una buena conciencia y un corazón gozoso, ha ganado más de la mitad de la batalla ante sus dificultades. En relación a ello, Cristo dice: Tengan cuidado si estos sufrimientos están en su cuerpo, no permitan que también afecten sus sentimientos.

Como cristianos, diría él, no son como aquéllos que no conocen la palabra de Dios y que no creen. A ustedes les afecta mucho mi muerte pero, lo que creen del Padre también crean de mí. Nadie de ustedes teme que Dios, el Padre, muera, o sea derribado de su trono. ¿Por qué entonces lo temen de mi? Dejen que la muerte, el mundo y el diablo sean tan malos como les plazca. No podrán contra mí. Porque yo soy Dios. Crean esto y sus corazones serán satisfechos, y hasta encontrarán consuelo en mi muerte. Porque yo venceré a la muerte, y esto será para su beneficio. En el presente, aquí sobre la tierra, soy considerado un pobre, miserable y débil hombre; pero después de mi resurrección y mi ascensión, tendré a todos los hombres bajo mis pies. Pero así como los discípulos no pudieron entender este consuelo, tampoco lo entendemos nosotros cuando nos atacan las tribulaciones. Inmediatamente, nos llenamos de miedo, de impaciencia y de desesperación, nadie nos puede convencer de que nuestra tristeza se tornará en gozo.

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